jueves, 22 de enero de 2009



Cuquita la patita que se enamoró del sol

Doña cuquita era un pata que había enviudado recientemente, se pasaba los días al cobijo de las ramas de una alameda enorme que no permitían el paso de la luz. Era muy hacendosa, se pasaba tejiendo zapatitos de estambre, para regalárselos a sus vecinas que encubaban.
Ella no había tenido tiempo de encubar, ni de echar nido, porque cuando estaba tan enamorada, lekito se había encontrado en el vuelo con un ave enorme que lo había matado, y no habían tenido tiempo de encargar polluelos. ante tal hecho, se sumió en la más profunda tristeza y solo el tejer ponía paz en su alma.
Los amigos de la bandada le decía que tenía que salir de su tristeza, que la vida era corta y que no podía permitirse seguir sumergida en la vivencia del dolor que le dio haber perdido a su patito. Pero Cuquita permanecía de luto, metida debajo de la alameda.Un día, mientras dormía, sintió la caricia de una mano llena de calor, abrió los ojos y frente a ella estaba el ave más formidable que jamás hubiera visto nunca, con alas de fuego, aleteándolas frente a ella le lanzaba rayitos de calor, Cuquita quedó impresionada ante tanta gallardía, muda de tanta galanura , quedó perdida de amor, amor a primera vista..
Nunca había reparado, ni creía que pudiera existir tanta belleza, ni que su corazón se engrandeciera con tanto cariño, la patita se había enamorado perdidamente.Se sintió revivir, se le fue la tristeza, se le pusieron luminosos los ojos y las mejillas tomaron color, empezó a menear las alas al caminar y cantoneaba sus pasos cada que salía de paseo, todo para llamar la atención de tan hermoso caballero.
Pero el ave de alas de fuego, era algo extraño, siempre se escondía detrás de un cerro, siempre a la misma hora, siempre detrás del mismo cerro.. además, no hacía intentos por acercarse , por hacer más concreta la relación, Cuquita se estaba poniendo nerviosa, intuía que el ave de fuego no sentía lo mismo por ella, aunque todas las mañanas, él la saludaba con una nueva caricia llena de calor y le hacia sentir ese afecto enorme que se le extendía por todo el cuerpo, pero cada que se retiraba, la ignoraba.
Se iba detrás de ese cerro sin despedirse, ni un solo roce, sin una sola palabra.Cuquita siempre se iba a dormir bañada en lágrimas y siempre decidida a dejar de amarlo. Pero que va, cada mañana, era esa caricia y el corazón por completo entregado.Pasaron los días, éstos se hicieron más cortos, una mañana pasó algo inexplicable, Cuquita se quedó dormida, ya estaba acostumbrada a su despertar acariciada, pero ese día, el ave de fuego no le había acariciado, Cuquita se sintió muy angustiada , no sabía porque no le había saludado de la misma manera.. trató de tranquilizarse cuando lo vio aleteando entre las hojas de los árboles, sin detenerse con alguien en especial pero coqueteando con todos.
Pero su angustia se convirtió en desconsuelo cuando al paso de los días, el ave de fuego siguió sin entrar por la ventana a darle su caricia matinal, después se fijó que entraba en otros nidos para besar a otros patitos, menos a ella.
El ave de fuego siguió alejándose de ella, Cuquita le seguía los paso, pero el caballero se le escapaba siempre, cada noche que pasaba era más y más amargo su dolor, su soledad empezaba a crecer.
Cuquita no entendía qué había pasado, qué había hecho mal, por qué el ave de fuego se había retirado de su nicho.
Ella pensaba que nadie sabía de su pena, que nadie se había fijado en ese amor ilusorio, pero coquito si lo notó, y solo porque él enamorado en secreto, no perdía las esperanzas de que Cuquita se diera cuenta de que el ave del fuego era algo vago, una pobre ilusión de la que nadie se puede creer, porque el ave no era de este mundo, el ave pertenecía al cielo, era más que un cariñito tenue que Dios les mandaba , para que no se sintiera el frío y la soledad..
Una tarde, Cuquita lloraba en silencio la desgracia de haber perdido la ilusión que le daba el amar al ave, cuando de pronto, sintió en su hombro el firme apretón de una mano..ella volvió el rostro y miró los ojos enamorados de Coquito, se sonrieron en silencio y se comprendieron.
Desde entonces, Coquito y Cuquita, por días y en temporadas, reciben la calurosa caricia del ave de fuego, que regresa siempre a saludarlos, los saluda sin percatarse de ellos, como saluda a todos los seres que sienten y ven en el cielo como se yergue imponente el astro rey. Que no es de nadie y que sin embargo, pertenece a todos.
Rocio Avitia
Chihuahua, México
Junio15 de 2005