miércoles, 22 de septiembre de 2010

Jorge, el niño que cazaba ranas

Camino del molino, bajando la pradera y del otro lado del arroyo seco, debajo de unos sauces llorones vivia una mujer que lavaba ajeno. Se llamaba concepción. Y concepción tenía un hijo delgaducho, de corta estatura y  muy tranquilo  que se pasaba el día sentado en una roca encima del cerro de las cruces donde escucha manar un manantial de aguas termales.
Este chico de casi doce años,se llamaba Jorge.
Jorge siempre iba descalzo. Para que los pantalones,no se le ensuciaran, los llevaba  enrollados por encima de los tobillos a una cuarta debajo de las rodillas  y para protegerse del sol se ponía sobre la cabeza  un sombrero  hecho un chicharrón  que no le servía de nada pero que completaba su aspecto. Parecía haber salido de las novelas de Marck Twain, incluso se parecía un poco a huckberry finn. Pero Jorge nunca había leído novelas de Marck, los únicos volúmenes de lectura en su escuela era el silabario y alguna que otra estampita de la virgen del refugio, patrona del pueblo.

Jorge fue algunos años a la escuela del pueblo, hasta que se aburrió de aprender las mismas cosas. Asi que , sin avisarselo a su madre, desertó.
sin embargo  le dijo a su maestra que su madre habiéndolo creído un sabio de tanto que sabía le habéa dicho que ya no tenía por que ir a la escuela y que se podía quedar en casa ayudando en el huerto

La maestra se quedó conforme, porque una cosa era cierta, jorge sabía ya todo lo que ella podía enseñarle y le agobia mucho, las extrañas preguntas que  Jorge le hacía . Cuando era más pequeño, la maestra no tenía reparo en mal informar a la criatura, pero un día, mirando esos ojos negros, se dio cuenta  de que Jorge sabía que ella desconocía las respuestas. Saberse descubierta  la incomodo de tal manera, que todas las mañana pedía  en sus rezos, que el niño no fuera a la clase, pero nunca había tenido suerte, hasta ese día. La noticia de que dejaba la escuela fue lo mejor que le pasó  en muchos años de docencia.

Asi que Jorge empezó a salir muy de mañana de su casa, pero en lugar de dirigirse a la escuela, se iba rumbo al monte, a sentarse siempre sobre la misma piedra, y escuchando el arrullo del manantial se quedaba contemplando la inmensidad de valle. Preguntándose cosas sobre lo que veía y respondiéndose a si mismo con probables realidades.

Un día, se quedó dormido. Profundamente dormido y no se dió cuenta que de la nada empezaron a llegar una cantidad absurda de ranas. que lo rodearon y se le montaron en el cuerpo. En sueños algo lo incomodaba y hacia movimientos con las manos tratando de espantar  lo que le molestaba,pero las ranas no se movían.

Cuando Jorge abrió los ojos, todavía adormilado, se quedó estupefacto al ver todas esas  bestias verdes y cafés, montadas en su cuerpo. éstas, al verlo despierto,  empezaron a croar sin parar.
El susto no fue el menor y lo paralizó por un momento.  Como pudo, jorge se levanto y corrió buscando  ponerse a salvo,  las ranas a saltos lo seguían. Jorge corrió mas de prisa pero  las ranas seguían  detrás de él, amenazando con darle alcance.

Nunca , ni por error, pensó que una cosas como ésas pudiera pasarle  y momentáneamente creyó que seguía dormido, aunque ya  sentía un ligero calambre en las piernas,  además corría lo más fuerte que sus pies descalzos se lo permitían, y los piquetes de las piedras del arroyo en los plantas de los pies le  se anunciaban  que no era un sueño. Volvía la cara hacia atrás y ahi en montón cientos de ranas siguiendo su carrera.
Pero, por qué lo seguian las ranas, ¿acaso seria el olor de su cuerpo o tal vez que la ropa olía  diferente ?...Jorge no encontraba explicación alguna, jamás se detuvo a pensar en ranas, aunque en temporada de aguas,  las oia croar después de la lluvia, . Sin dejar de correr llegó a su jacal donde su madre planchaba unas camisas del general Eladio que era cliente de Concepción.

¡ora tú!- dijo la madre- ¿saliste temprano de la clase?

El muchacho fingió no escuchar la pregunta, se metió debajo del catre a buscar su resortera, la que le habia hecho su padre antes de abandonarlos, cuando el niño apenas tenía 6 años.  Envalentonado con su resortera en la mano, regresó por el camino y subió rumbo al cerro de las cruces para dar muerte a tan espantosas bestias, pero las rana ya no estaban. Se habían ido todas.
Pero Jorge no olvidó este suceso y desde ese día subía hasta la roca armado con su resortera de ligas
Pero las ranas  brillaban por su ausencia
Empezaron a pasar los días , se fue el verano y árboles se desnudaron ante los vientos fríos del norte, los caminos se pusieron secos, al principio con un manto de hojas rojas y amarillas  y el color de las flores marchitas, solo el manantial seguían idéntico, susurrando en su caída y levantando una cortina de vapor a su paso. El frio se sentó sobre la tierra y adormeció el color, hasta el sol parecía deslavado, el silencio y la soledad se hicieron presentes en el terruño
Cuando cayó la primera nevada, Jorge estaba sentado en la misma piedra arrullado por el correr del manantial. En la cortina de vapor, Jorge distinguía  las mas abstractas escenas de días más cálidos. Mirando esa cortina, no sintió caer  los primeros copos de nieve posándose en su cabeza. Perdido en sus sueños, abstraído por completo de su alrededor, la nieve se acumulándose rápidamente sobre los caminos y sobre él. Cuando regresó a la realidad, estaba completamente mojada y adormecido por el frío. haciendo uso de su escasa fuerza, logró incorporarse y caminar de poco en poco hasta, por un milagro, llegar a la puerta de su casa. Pero no alcanzó a tocar la puerta porque el frío lo venció y cayó de bruces, como tronco, sobre los tablones de madera del portal.
Concepción que ya estaba preocupándose,  al escuchar el estruendo,   abrió la puerta y con angustia miró desmayado a su hijo, Lo tomo de los sobacos y arrastrándolo, lo llevó  hasta la parte frontal de la chimenea, lo acostó sobre una borras, le quitó la ropa mojada, le echó unas mantas encima y se acostó abrazada a él para darle más calor. 
Pero Jorge no entraba en calor, sus labios estaba casi azules, señal de que estaba mal. Concepción no hallaba si quedarse  ahi o salir a buscar al médico.
El corazón le palpitaba de tal manera que parecía desbocado. Por fin se decidió, si continuaba así, su hijo  se moriría.
 Concepción  salió en la carreta a buscara médico.
La nevada era tan intensa y no se podía avanzar con rapidez. La angustia, el miedo y la nevada parecían obstáculos difíciles de vencer.
Las mulas se resistía a continuar entre la nieve que ya estaba bastante alta.
Por algunos momento, llegó a temer , que ir por el médico había sido la peor decisión que había tomado, pero, aún así,  siguió arreando a las mulas para que se esforzarán más.
Fueron horas lo que a concepción, le tomó ir y regresar con el médico.
El médico pensaba y concepción también, aunque se resistía, que encontrarían al joven muerto. Para cuando lograron llegar a la casa, la nieve ya cubría todo el paraje, blanco como una nube. No se escuchaba mas sonido que el de la nieve cayendo y el crujir de alguna rama cediendo ante el peso de los copos amontonados.
El tramo, entre la carreta y la puerta, fue el más largo que concepción había cruzado en toda su vida. Le pareció eterno, antes de alcanzar la perilla y abrir la puerta. El médico entró detrás de ella y lo que encontraron sobre la borra, frente a la chimenea, les dejó mudos del asombro y la incredulidad.

Las sombra parecían jugarles una broma, primero porque no lograban ver mas que un tapete color pardo frente a la chimenea. Cuando los ojos lograron acostumbrarse a la poca luz que la fogata casi extinta lanzaba,  se dieron cuenta que el tapeta pardo no era otra cosa mas que el cuerpo cubierto por una manta verde parda que brillaba a la luz.

Sobre el cuerpo del joven la manta escurría una sustancia viscosa y gruesa de color   pálido.
se acercaron al joven y se dieron cuenta que la manta no era otra cosa  más que un montón de ranas verdes y cafés dormidas por el calor de la fogata . Debajo de ella, el rostro del joven había recuperado el color rosado de la piel, se respiración se escuchaba acompasada y normal. Jorge dormía profundamente.

Mientras tanto, Jorge soñaba que estaba sentado sobre la misma piedra, allá en  lo alto del cerro de las cruces oyendo manar el manantial de aguas termales que siempre le acompañaba en sus divagaciones.