miércoles, 22 de septiembre de 2010

punto de cruz


-El arte del punto de cruz no está en el dibujo que muestras, sino en el que no muestras. 
No entendía a mi abuela Tencha cuando me decía esto. Si lo que importaba era lo que veía la gente. Cada que sacaba su bordado , me miraba y repetía:- el arte del punto de cruz está en el dibujo que la gente no puede ver, no está en el dibujo que se ve.
Yo asistía, costumbre de siempre, asistir aunque no entendiera. Hasta que un día miró mis dudas, me acercó a su cuerpo, dio vuelta al bordado. Era el mismo bordado del otro lado, solo que este no eran crucecitas sino lineas verticales, una detrás de otra, una después de otra.
-Mira, detrás del paño, se reconoce a una verdadera bordadora, no hay hilos fuera, ni nudos, ni lineas que se crucen...y es dibujo tan idéntico como el de enfrente, sin ninguna imperfección. Acá en las sombras es donde se reconoce a una bordadora. Pasa lo mismo en la vida real, vas por la vida mostrando un dibujo, no sabemos que tan real o cierto sea, es el reverso lo que nos mostrara a la verdadera persona. Solo que es mas difícil en la vida. shhhh que no sepan nunca que dolor llevas en el alma, mantén tus dolores guardados, hay muy malas personas y de tus aflicciones hacen hogueras donde te queman.

Ahora que murió mi abuela no pude evitar recordar a su madre, qué era también mi abuela, una mujer delicada, callada, sumisa, guardada a todos...dicen que los recuerdos conservan a las personas conforme nos convienen. Por nombre Hortensia, de cariño Tencha...a veces tiene cara de Marisol, mi hermana, y otras cara de mi madre, los tiempos que han pasado han ido borrando su rostro, pero las impresiones que tengo de ella son muy fuertes, era una niña cuando ella murió, muy pequeña, y ella no era mayor, se quebró la cadera y de ahí le vino lo demás, la osteoporisis se la llevó. Perdió la dignidad con un desquiciamiento senil, yo creo que fueron los malos ratos, la soledad, el silencio, el desamor. Recuerdo su sonrisa tímida mientras pasaba su mano sobre mi cabeza, le entendía tanto y no sabía qué era lo que le entendía, para mi no era una persona más.
Me ponía una regadera de metal en la mano y me llevaba con ella a regar sus flores, y ahí en el jardín era una mas de esas flores, con sus faldas largas y oscuras, sus camisas de botones , su cabello anudado en la cabeza, con su piel lozana, murmuraba quedito , como si temiera que la escucharan, canciones de antaño. Su suegra le arrebató a las dos únicas hijas, a tal grado que a ella le llamaban Tencha y a la abuela mamá, así mismo le arrebató la vida, la encerró en el luto eterno, que culpa tenia mi abuela de que se le hubiera muerto el marido, ella no le mando matar de un infarto. No sé que pecados tendría mi abuela, ni que miedos, no sé porque era así callada, retraída, sometida, como si su persona toda dijera con su actitud:" que importa ya nada la vida"
La recuerdo siempre, callada, con esos ojos llorosos y triste, con su boca a media sonrisa, sus mejillas tenuemente sonrojadas, por el calor de la estufa, sus manos de dedos largos y flacos. También la llamaba tencha, la llamo abuela ahora que estoy mayor, el nombre es lo de menos, lo que siento es lo que importa
Y tenía razón mi abuela, él que bien borda, muestra dos dibujos idénticos, sin imperfecciones, sin hilo ni nudos, los colores se mezclan sin darse cuenta..y los ojos miran un paisaje perfecto, una pintura idéntica hecha al mismo tiempo por uno y por el otro lado de la tela.