miércoles, 22 de septiembre de 2010

un dia conocí a una hombre que se había enamorado

Un día conocí a un hombre que se había enamorado una vez. Enamorado como deben enamorarse los hombres, al punto de olvidarse de si mismo y querer ver retratado el amor en un hijo.
 Y el hijo llegó, pero con esa llegada , el amor empezó a diluirse. Pero no el amor del hombre, sino  el amor de la mujer que nunca le había amado como él sentía que la amaba.
Un día lo que era el amor se quedó con un tatuaje en el corzón. Un tatuaje que dolía cada que miraba los ojos de aquel hijo. Regalo de aquel anhelo, que a veces tenemos todos ...Con el tiempo ese hombre se acostumbró a ese dolor, porque se le hizo crónico, y de tan crónico ya ni lo percibía, no sabía que ese dolor lo tenía encerrado en una cueva oscura a donde, de cuando en cuando, entraba una gota de luz.
Un día conocí a un hombre que seguía tan enamorado que se la pasaba buscando flores en la música que escuchaba, a ver , si por casualidad la música traía hasta los muros el perfume de sus senos. Pero no importaba que melodía escuchara, el perfume no aparecía por ninguna parte. Y los senos empezaban a volverse sepia en el recuerdo y a desquebrajarse.
 Un día podía escuchar y dejar de escuchar, empezó a dibujar con sus ojos en los muros, entre lineas invisibles el cuerpo de esa mujer, que ya dormía con otro, imaginaba el cuerpo de esa mujer que ya no le pensaba, ni siquiera cuando veía al hijo.Un día le escuche llorando y quise poner mi mano sobre su hombro, para que supiera que le miraba y le comprendía. Que el amor viene y va. Le ofrecí al cazo de mis manos para que depositara sus lágrimas y después las bebiera de regreso. Porque ninguna lágrima debe ser desperdiciada por alguien que no ama.
Un día puse en el postigo de su ventana una flor amarilla
Un día conocí a un hombre  que entregó su amor de tal manera que se quedó vacío y oscuro. Y en esa cueva llena de silencio y llanto donde de cuando en cuando gotea la luz, he dejado una flor amarilla para que recuerde...que nada es para siempre, ni siquiera el dolor.
Un día conocí a un hombre que amaba tanto , que derramó en el cazo de mis manos todas sus lágrimas, y al verlas contenidas en mis manos, se asustó. Supo que no debía derramar mas llanto, pero el alma no le obedeció.

Un día conocí un hombre que tuvo un hijo porque en verdad amó. Un hombre que lleva en el corazón un tatuaje con un nombre sagrado.

 para ese amigo que va extraviado