miércoles, 22 de septiembre de 2010

y a dónde se fue la plaza?



y mírame, estoy de pie, aún de pie, mirando, detenida en la misma esquina. Detrás mío,  está la puerta de la Iglesia metodista que a estas fechas es presbiteriana. Que manía tenemos los individuos de etiquetarlo todo, hasta la fe.
Estoy aquí, después de tantos años de no estarlo, aunque pensándolo bien, siempre he estado, o tal vez, estoy equivocada porque de haber estado, la plaza seguiría ahi, ante mis ojos. 
Por las tardes , solía mirar a través de los cristales de la ventana, al lado de pórtico, hacía la plaza. El sol caía pesado entre la hierba que se levantaba  debajo y  sobre  las viejas y destruidas bancas de cantera.
Desde esa fecha y desde antes, el tiempo se había sentado pesadamente sobre  las bancas. El sol, la lluvia , el viento y en general todos los días, de todas las semanas, de todos los años, las  habían desquebrajado . Unas, incluso, ya no tenían respaldo: Otras, tenian una o dos  patas menos  o no tenían patas. Las que no tenian patas se inclinaban  desmayadas, sobre el irregular terreno seco.
El quiosco era aun mas viejo que las bancas, los ventarrones habian arrancado desde tiempo antes, los tablones de la cúpula .
 Ese techo que alguna vez, en las fechas de san isidro labrador, era decorado con listones de colores, y  a donde se subían el presidente y los que organizaban los festejos, para invitar a los músicos a iniciar la fiesta.
Pero hace tanto tiempo que dejó de hacerse la fiesta.
Esas festividades , me tocaron solo de habladas y de chismes. Mis ojos nunca se perdieron entre la algarabía, que decían se daba en esos 15 de mayo. Siempre miré esa plaza de la misma forma y en todo el tiempo que logré pasar mirando las calles del pueblo, nunca noté alguna clase de euforia.
Mi pueblo hubiera sido él más callado de toda la región, si no hubiera sido por la rockola de la cantina.
Desde ese lugar, al otro lado de la vías,  las notas  resonaban en los rincones del pueblo, rompiendo el silencio.

Y ahora el quiosco, debía permanecer ahi, desnudo, lleno de columnas vacías donde solía perder la única moneda que me daban los domingos para que me comprara un jamoncillo en la neveria de Aiven.

 En ese quiosco medio derruido solíamos jugar a ver quien se quedaba sin esquina, por lo general era yo la que se quedaba sin esquina al ritmo...Amo a to, matarile, rile, ron —¿Qué quiere usted, matarile, rile.... no podía quedarme con alguna de las esquinas porque nunca traía en mi poder lo que los chicos maliciosos pedían, que queso, que papel, que listones de colores. que monaguillos.

Esa plaza guardaba todas mis lágrimas cuando al bajar el sol, mis abuelas me permitian salir a pasear en ella. Tal vez no entendía que de divertido era para una niña de seis años pasear en una plaza vieja, vacía y destruida.
- no te acerques a la noria , acuérdate que las norias tragan niños.

Y yo temía de esa noria, contaban tantas cosas feas de ese pozo. Decían que se comía s a los niños, que cuando lograban sacarlos de las profundidades, los niños salían hinchados y  con la cara de colores. No entendía porque no la habían tapado, ¿acaso esperaban que el pozo se llenara de niños ahogados? Pero por las moscas, yo evitaba, por miedo , la esquina de la plaza donde estaba tapada con tablones gruesos la boca de la noria.

Una plaza sin vida aparente, llena de  pequeños matojos greñudos, florecitas amarillos y blancas. Por ahi estaban dos o tres rosales secos. Un alamo que ya no tenía hojas...
Siempre me sentaba en la banca que daba de frente  a una calle  angosta y sola, como todas las calles angostas y solas del pueblo. 
Desde la calle angosta y sola venía caminando sigilosamente el rumor del rio que desperdigaba cariñitos, las gente del pueblo ya no lo notaba, lo de siempre se vuelve invisible, desapercibido, pero yo le escuchaba tocar a las puertas y los postigos de las ventanas, llamándoles. Pero nadie atendía su llamado.
Dolía escuchar como llamaba entre suspiros, los suspiros que  brotaban debajo de las ramas de los sauces que bajan a montones los dedos para acariciarlo. El rio gemía y se aletargaba sintiéndose amado, sus corrientes se hacían mas suaves y mansas.
Siempre recuerdo el canto del agua bajando detrás del agua, las vacas que bebían, sus mugidos apagados, el cantor de un gallo despistado, el relinchido y el trote de un caballo. 
El olor del pan  que  recién sale de los hornos, la tierra que empezaba  a mojarse por la llovizna .
 Me sentaba en una banca  que inclinada   caía al descuido casi sobre la entrada de un hormiguero . Ahi me dedicaba  a mirar hormigas...las empujarlas y las estorbarlas con ramitas de los arboles. Ellas se enfurecían y aceleraban su camino.
El hormiguero se volvía un remolino, las hormigas corrían y se topaban entre ellas, buscando con locura la entrada.

- Niña corre que viene la lluvia!

Y nada más cruzar la esquina para guarecerme debajo del portal de la casa,  quedaba  fría y completamente mojada,  mirando como la lluvia danzaba en la plaza muerta
Y ahora, detenida de frente , me pregunto : ¿ a dónde se fue la plaza? ¿en que momento se convirtió en un centro escolar de dos pequeñas aulas verdes? Dos aulas tan abandonadas como abandonaba estuvo aquella plaza. Por fin alguien clausuro el pozo, pero también se llevó la plaza, a la entrada del pueblo, el héroe levanta el brazo señalando : hemos vencido...

pero yo solo quiero ver aquella plaza en ruinas que cobijo muchas tardes  el caudal de mis lágrimas y hasta donde venia el arrullo del rio a sentarse a mi lado para hacerme compañía.